Escribir las danzas

Parte 1

Si entendemos coreografía en su sentido etimológico, grafía de la danza, imágenes de la danza, y ampliamos esas grafías a las huellas, trazos, evidencias de los acontecimientos de la danza, encontramos y nos movemos hacia presencias, fantasmagorías[1], que han dejado registros de las danzas. Un intervalo[2]entre” la danza y la impronta de la danza. Entre el animismo y la animación.  Complementariamente, si consideramos la escritura como una grafía sígnica, incisiones rítmicas (Barthes, 1973), trataríamos de un sistema de representación gráfica que expresa ideas. Luego, al indagar por las escrituras ancestrales de la danza en Colombia y América, emergen inscripciones, ideocoreogramas[3] sígnicos, que están por “fuera de” los relatos de la danza. Debemos constatar el gesto, el ritmo y la expresión,  pues “conviene repetir una vez más que en el origen conjunto de la escritura y el arte hubo ritmo, el trazado regular, la simple puntuación de incisiones in-significantes y reiteradas: los signos (vacuos) eran ritmos y no formas. Lo abstracto en su origen es grafismo, la escritura en su origen es arte” (Barthes, 1973).

Así la escritura de la danza, más acá de la escritura “académica” occidental histórica, las escrituras de las danzas se desplazan a formas como pictografías, gestos corporales y transmisiones orales. Se podría ampliar así la noción de escritura para acercarnos más a la expresión sígnica del movimiento, al desciframiento del gesto, a la visualización gráfica del instante de la danza; a la memoria corporal, sonora y visual de la danza; hacia a un sistema de notación que indica una danza presente, por ejemplo en presencia del resurgimiento del mito a través del rito.

De manera anticipada, mucho antes de la Real Academia de la Danza en Francia, se escribía la danza. Comencemos paso a paso:

Los trazados en las improntas de las danzas

Antes de las incisiones y grafías en abrigos rocosos y huesos otros soportes posiblemente, permitieron la “aparición” momentánea de danzas, así como las proyecciones de sombras producidas por el fuego al paso de los danzantes, o las pisadas en superficies terrosas. Venturosamente algunas huellas han perdurado.

Las huellas como evidencia y trazos de los cuerpos en movimiento, visibles en las pisadas en el lodo de las cuevas a manera de incisiones indicarían el trayecto de la acción-danza. Los ejemplos son más o menos abundantes, las más antiguas a campo abierto están en África (17.000 a.e.c.) y en cuevas de Grecia[1] y la península ibérica. Allí se han encontrado huellas que dan cuenta de recorridos circulares en un solo sentido, y en algunos casos circunvalando una estalagmita. Por nombrar un caso, en la Gruta de Le Gabillou (12.000 a.e.c.) en Francia, huellas en forma de trazo circular en el piso de barro, sugieren que ahí se bailó en círculo. En el mismo espacio, un petroglifo muestra una figura de perfil, cubierta con una piel de bisonte y con las piernas flexionadas hacia delante en ángulo recto realizando al parecer un salto, postura arquetípica desde el neolítico para indicar danza (Garfinkel, 2010).

La representación gráfica del gesto corporal del movimiento es uno de los pasos iniciales hacia la escritura de la danza. La danza como imagen, resultante de la elaboración imaginativa, dejó su impronta hace 45.000 años atrás como las, hasta ahora, encontradas en Alemania. En Francia, una de las más conocidas, Gruta de Trois Frères (17.000-10.000 a.e.c), es una pictografía llamada “el chamán” que al parecer ejecuta un giro sobre sí mismo. Es una figura aislada, con cabeza frontal, cuerpo de perfil, brazos semiextendidos, tronco inclinado, piernas ligeramente flexionadas y un pie en el aire. En otro espacio de esta misma cueva igualmente se encontró la representación de un personaje tocando un instrumento de viento. De igual manera en la Cueva de Cogull (10.000 – 6.000 a.e.c) en Lérida, España, una pictografía ilustra una danza grupal de mujeres, algunas pintadas en rojo, otras en negro y con faldas acampanadas realizando una ronda alrededor de un hombre desnudo. A su lado, aparentemente un cabrito con una figura en su interior podría presuponer una imagen de gestación. Otra imagen de medio cuerpo de un animal no reconocible, se encuentra detrás de una mujer.

En Colombia, por ejemplo, las pictografías en el Guaviare pertenecientes al complejo de la Serranía de la Macarena, aun sin datación e interpretación establecida, expresan posiblemente cuerpos danzantes, según las posturas aceptadas por estudiosos de las danzas prehistóricas (Garfinkel, 2010), pero es muy atrevido inferir otras lecturas o intentos de establecer narrativas en el inmenso palimpsesto que conforman.

pictografías posibles danzantes Boyacá - Colombia

Las graficaciones de las danzas como signo para su indicación y perpetuación, garantizarían su repetición o al menos la advocación de su acción. Correspondiente a la creación de signos que representan una idea, esta manera de escrituras de la danza surgieron en Egipto (3.500 a.e.c. aproximadamente). El jeroglifo (escritura sagrada) que denota danza es un bailarín con la pierna derecha flexionada y cruzada; su brazo izquierdo extendido hacia el cielo; y su brazo derecho extendido hacia el piso. Arquetípicamente este gesto, de la pierna levanta, representará a la danza en diferentes culturas (egipcia, india, mesoamericana, china, etc.). Una pierna levantada como expresión de la tensión entre quietud y movimiento; entre estabilidad y desequilibrio; entre un cuerpo físico y un cuerpo etéreo que supera a su cuerpo material; un segundo antes o durante el giro, al paso de la comunicación con sus dioses; mientras que los brazos conectan el cielo y la tierra a semejanza de las fuerzas lumínicas de sus dioses principales. En esencia el cuerpo conformaría una esvástica,  expresión de fuerzas y tensiones en direcciones opuestas, que a su vez se unen y dinamizan en una espiral de movimientos.

Templo Dendera,  Egipto, foto Carolina Posada Restrepo 2018

Posteriormente, según vestigios en los huesos oraculares chinos (1.200 a.e.c.), primeras evidencias de escritura en China, un ideograma encontrado que ha sido interpretado como una danzante sosteniendo en sus manos plumajes o colas de toros, alude a la danza. De manera semejante en Mesoamérica, en el período clásico (200 a.e.c. al 900 d.e.c.), los Mayas escribieron con glifos danza. El término ak’ otah bailar, bailando o el cuerpo en danza; dicho glifo conocido como T516 fue descifrado (Grube, 1992) y esta pose en los gobernantes o dignatarios fue prolíferamente ilustrada en los códices. El cuerpo en la postura arquetípica de danza (con la pierna levantada, cruzada, y los brazos extendidos en direcciones contrarias) podía indicar la celebración ritual de algún acontecimiento. Además, los mexicas representaron en nahual la idea de movimiento (equivalente a temblor) con el glifo de ollín, cuyo significado ha sido traducido como “cosa que anda o se menea” y remitiría a los cuatro movimientos del sol, a los elementos naturales en constante transformación, en movimiento.

 Uxmal, México. Foto Carolina Posada Restrepo 2012

Así mismo, algunas culturas mesoamericanas expresaron gráficamente las direcciones coreográficas de la danza con la representación de las huellas en el plano horizontal. A manera de una epifanía, aun se conservan algunos códices que narran de primera fuente, escrituralmente, aquellas danzas precolombinas. Gracias a éstos, las danzas como los voladores en México y Guatemala pueden ser rastreadas hacia sus cercanos orígenes y valores simbólicos, los cuales poco a poco se han ido recuperando luego de pasar siglos ocultándose en la espectacularidad de sí mismas.

Pose arquetípica de la danza.  Cultura Veracruz, Museo de Antropología de Xalapa. Foto: Carolina Posada Restrepo 2012

En forma de relatos, los cronistas de las “Indias”, con mayor suerte para la historia mexicana y una pérdida para la colombiana, narraron las danzas precolombinas (o antes de la conquista como las denominan algunos historiadores mexicanos), los primeros en detalle y con cierto agrado antropológico como también conocimiento etnomusicológico; pero los segundos con desdén y desprecio, señaladas demoníacamente. De allí que en Colombia sea tan incierto, por no decir difícil, la interpretación de estas imágenes puesto que para contextualizarlas, crearles sus atmósferas, reconstruir ficcionalmente sus ceremonias sagradas, para volver a traerles sus ánimas, sus filiaciones se han perdido.

Continuaremos con este sucinto apartado sobre las escrituras de las danzas, pero antes, sería relevante considerar el archivo en el cuerpo, como forma escritural, por acumulación, transmisión o repetición. Los cuerpos conservan una memoria, movimientos que son parte del acervo cultural y se han atesorado por generaciones, aunque en el caso colombiano, muy seguramente trastocados y en algunas ocasiones truncados en sus expresiones y valores originarios. Dado que la invasión y, en muchos casos, el exterminio de los primeros pobladores de América dejaron en la oscuridad las significaciones de las huellas dejadas por y para la danza, estos intentos metodológicos de traerlas a la luz, conllevarían a su reconocimiento y valoración en las historias de las danzas en América.

jeroglifo danza

[1] Los mitos griegos como la protección de Zeus al nacer por los curetes, quienes danzaron al su alrededor chocando sus armas para que no se escucharan los llantos del niño y no ser devorado por su padre; revelan los antiguos ritos ofrecidos en las cuevas para los dioses.


[1] Término de Aby Warburg. Explicación por Ruvituso (2017) “Las Pathosformel, son supervivencias históricamente determinadas en contextos  encadenados  y  no  arquetipos  universales.  El caso de la serpiente sería para Warburg, casi  una  excepción,  una  de  las  imágenes más esenciales que podía encontrarse tanto  en  la  cultura  hopi  como  en  la  antigüedad  europea y más allá”.

[2] Como menciona Silva a propósito de Aby Wargurg[2]: “En uno de ellos, indica Agamben: “la ‘ciencia sin nombre’ que Warburg persiguió es, como se lee en una nota de 1929, ‘una iconología del intervalo’ o una psicología del ‘movimiento pendular entre la posición de causas como imágenes y como signos. Warburg pensaba el movimiento «[…] como  objeto y como método, como sintagma y como paradigma, como característica de las obras de arte y como postura misma del saber que pretende decir algo de esto» (Didi-Huberman, 2017, p. 19)” (Silva, 2016).

[3] Neologismo que compongo para conceptualizar las imágenes de la danza, en aras de sustentar que expresan ideas.

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